El frío entraba por todas las oquedades de mi cuerpo
llegando hasta la última concavidad de éste, en un intento desesperado de
calentarme me acerqué a ti, y tú,
cogiéndome de la cintura, te acercaste. Sentía tu respiración en mi cuello y eso
me tranquilizaba y excitaba simultáneamente, dejé de pensar en que hacía menos
siete grados lejos de ti. Una comodidad absoluta invadía mi inestabilidad
cotidiana, acerque mi boca a tu oreja y rocé ésta con mi nariz helada, giré
ligeramente la cabeza para mirarte y
entonces lo hiciste, me besaste.
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